LA NACIONALIZACION DE LA BANCA PRIVADA
El primero de septiembre de 1982 quedará inscrito como
uno de los días más trascendentales en la historia de
México y Latinoamérica. Ese día, el Presidente de la República,
José López Portillo anunció la nacionalización
de la banca privada y la implantación del control general
de cambios.
Durante muchos años, la izquierda de nuestro país,
había levantado reiteradas veces estas dos demandas como
metas alcanzables sólo cuando el pueblo accediera
al poder, sin embargo, mientras la nacionalización se
consideraba como un objetivo lejano, el control de cambios
aparecía, en las últimas fechas, como una medida
realizable a corto plazo para poner un alto a los escandalosos
negocios que realizaban innumerables especuladores
con los vaivenes del dólar norteamericano. Pero
inclusive esta medida se consideraba, por la izquierda
o la derecha, horas antes del informe, como muy arriesgada
tanto en sentido económico como en sentido político.
El primero de septiembre no sólo fueron eliminadas
estas prevenciones sino sobrepasadas todas las espectativas.
El Presidente de México, a tres meses de terminar
su periodo, tomó la decisión histórica, ante la sorpresa
de todos y el estupor de los empresarios, de expropiar
(o nacionalizar, en el sentido de considerar algo como
propiedad de la nación) la banca privada e implantar
él control de cambios.
Las causas que hicieron posible esta medida son ya
de dominio público: la baja del mercado del petróleo,
la caída de los precios de las materias primas de exportación,
el aumento de los intereses de los préstamos internacionales,
la fuga de divisas, la corrupción desmedida
de los funcionarios públicos, la voracidad de los empresarios
que se aprovechaban de la inflación y una
política económica errónea, aplicada por el Gobierno y
que apostó todo a la carta del petróleo, esto es, a la creación
de las condiciones infraestructurales que hicieran
posible su explotación masiva.
La situación económica del país era ya crítica en los
últimos meses de 1982. El ciudadano común veía como
aumentaban los precios de los productos básicos a medida
en que el peso, después de tres devaluaciones en los
últimos siete años, se deslizaba a razón de cuatro centavos
por día. La deuda pública (estatal 8Q% y privada
2Q%) ascendía, según datos que proporcionaba el propio
Gobierno a 76 mil millones de dólares y los intereses
(a fines de junio de 1981) a 8,500 millones de dólares.
La economía del país tocaba fondo mientras la burguesía
financiera, comercial, industrial y la alta burocracia,
observaban desde la comodidad de sus fortunas.
Ante esta situación, el Gobierno tenía, por lo menos,
tres opciones: primera, la de lograr un nuevo empréstito
del Fondo Monetario Internacional aceptando su intervención
en nuestra política interna y externa; segunda,
la de solicitar el apoyo nacionalista de la banca privada.
Lo más seguro es que la banca privada le diera un "no"
al Presidente; y tercera, la más extrema y que fue la
que se adoptó.
El acto de la nacionalización fue dictado pues, por la
urgencia de la crisis económica en que se debatía el país
en los últimos meses y no por un intento de democratizar
la vida del país, sin embargo, su efecto es significativamente
social. Con su decisión, López Portillo no sólo
salvó a las finanzas públicas y a sí mismo. No sólo propinó
un rudo golpe a un sector de la clase dominante
sino que impidió el paso del autoritarismo, la represión
y el mayor empobrecimiento de las clases necesitadas.
Pero el Presidente hizo algo más, alteró la estructura política
y económica de México.
Las fuerzas progresistas de nuestro país deben valorar
adecuadamente este momento histórico apoyando la medida
y tratando de aprovechar para beneficio de las clases
oprimidas esta expresión de la crisis que hoy por hoy,
inesperadamente, se resuelve tendencialmente a favor de
los intereses de la nación.
septiembre de 1982.
G. V. L.
martes, 20 de abril de 2010
Vida Amorosa
Historia de un amor
La vida sentimental del ex presidente José López Portillo y su segunda esposa Alejandra Asimovick Popovic, mejor conocida como Sasha Montenegro, fue totalmente controvertida, desde que se conocieron en 1982, hasta que se dio el procedimiento de divorcio por el que estaban pasando, y que no se concluyó por la muerte del ex mandatario mexicano.
López Portillo estaba casado con Carmen Romano cuando conoció en 1982 a Sasha Montenegro, quien era una famosa actriz del cine mexicano. Su amor fue a primera vista, y sostuvieron un romance hasta que él se divorció de su esposa, inmediatamente después de concluir su mandato.
Durante el tiempo que vivieron juntos, la pareja procreó dos niños, Nabila y Alejandro. Y en el año de 1995 se unieron en matrimonio civil. Su vida parecía un cuento de hadas, ella desde que conoció al "hombre de su vida" se olvidó por completo de los escenarios, viajaban, y disfrutaban al máximo la familia que habían formado.
Al fallecer la primera esposa del ex mandatario, en el año 2000, deciden casarse por la Iglesia. La actriz pasaba por difíciles momentos ya que había demandado a la periodista Isabel Arvide por difamación, sentencia que más adelante ganó.
Se da el divorcio
Dos años después de enlace religioso, José López Portillo interpuso una demanda de divorcio, argumentado maltrato verbal y físico por parte de Sasha. Inicia un proceso que hasta antes de la muerte del ex presidente mexicano no se había resuelto.
Pero la actriz dio pelea y demandó una mejor pensión para sus hijos, quienes aún están en la escuela, y para sostener los gastos que le producía mantener la casa donde vivían. Además, durante el proceso de divorcio alegó ser ella la víctima y vivir un "complot" por parte de los hijos mayores de López Portillo, que lo único que buscaban era la herencia de su padre.
La herencia de un presidente
Una de las hijas del ex presidente, de su primer matrimonio, Carmen Beatriz López Portillo, señaló que su padre no tenía bienes y lo único que dejó fue, "unos cuantos libros, un sillón, una televisión, una videocasetera y ropa", puntualizó.
También determinó que el testamento de su papá quedó especificado, cuando le dio la casa de Cuajimalpa en México a Sasha Montenegro, la cual es propiedad de Nabila y Alejandro.
El hijo mayor del ex mandatario de México, José Ramón López Portillo comentó a los medios de comunicación, que él cumplirá con la última voluntad de su padre, estar al pendiente de sus dos hermanitos, los hijos de la actriz.
Devaluación
Buena porción del crecimiento durante el periodo de López Portillo fue ficticio porque la mayoría de las industrias paraestatales produjeron a costos desmesuradamente altos, que las obligaba a operar en números rojos y a no ser competitivas ni siquiera en el mercado interno, a no ser porque el erario público cubría sus pérdidas a través de generosos subsidios.
La abundancia es buena pero cuando se sabe administrar, López Portillo nunca reconoció la liga causa-efecto entre el gasto deficitario y la inflación. Tomó decisiones arbitrarias y financieramente inadecuadas, que detonaron la crisis más severa en la historia de México desde la Revolución.
La sobreoferta de los países productores y el ahorro de energía de los países consumidores provocaron , a partir de junio de 1981, el desplome de los precios del petróleo que arrastró en su caída a la economía nacional petrolizada.
Los préstamos poco responsables, que sumados a la falta de visión y a una corrupción galopante en el gobierno federal, terminaron no sólo por reducir a cero los beneficios del petróleo sino a multiplicar la deuda externa y a devaluar en más de un 400 % el valor de nuestra moneda.
Todavia esta presente en la mente de muchos mexicanos aquella frase pronunciada un 17 de agosto de 1981 por el exmandatario: "Defenderé el peso como un perro" pero de nada sirvió ese entusiasmo ya que a las pocas semanas, el 17 de febrero de 1982, se retiró el Banco de México del mercado de cambios, el gobierno se vio forzado a declararse en moratoria de pagos y tuvo que devaluar de 22 a 70 pesos por dólar.
Para minimizar un poco los efectos de la devaluación, el gobierno emprendió una disminución del gasto público, impuso más controles a la importación, subió los precios y tarifas públicas y elevó las tasas de interés; decretó un alza general de sueldos y salarios del 10, 20 y 30 % que elevó los costos de producción, se compraron dólares y los acreedores del gobierno dejaron de renovar sus créditos.
Desesperadamente el gobierno pagó en pesos los depósitos en dólares hechos por mexicanos en la banca nacional, para no enviar sus ahorros al extranjero; se cerró la venta de dólares por cuatro días y, finalmente decidió la estatización de la banca y el establecimiento del control de cambios. El Banco de México fue convertido en un organismo público descentralizado.
Tristemente el 1 de septiembre de 1982, día de su último informe de gobierno, López Portillo tuvo que encarar a la nación para anunciar al país la crisis por la que estaba pasando. Finalmente dejó la presidencia el 1 de diciembre de 1982, eligendio como sucesor a Miguel de la Madrid Hurtado.
La abundancia es buena pero cuando se sabe administrar, López Portillo nunca reconoció la liga causa-efecto entre el gasto deficitario y la inflación. Tomó decisiones arbitrarias y financieramente inadecuadas, que detonaron la crisis más severa en la historia de México desde la Revolución.
La sobreoferta de los países productores y el ahorro de energía de los países consumidores provocaron , a partir de junio de 1981, el desplome de los precios del petróleo que arrastró en su caída a la economía nacional petrolizada.
Los préstamos poco responsables, que sumados a la falta de visión y a una corrupción galopante en el gobierno federal, terminaron no sólo por reducir a cero los beneficios del petróleo sino a multiplicar la deuda externa y a devaluar en más de un 400 % el valor de nuestra moneda.
Todavia esta presente en la mente de muchos mexicanos aquella frase pronunciada un 17 de agosto de 1981 por el exmandatario: "Defenderé el peso como un perro" pero de nada sirvió ese entusiasmo ya que a las pocas semanas, el 17 de febrero de 1982, se retiró el Banco de México del mercado de cambios, el gobierno se vio forzado a declararse en moratoria de pagos y tuvo que devaluar de 22 a 70 pesos por dólar.
Para minimizar un poco los efectos de la devaluación, el gobierno emprendió una disminución del gasto público, impuso más controles a la importación, subió los precios y tarifas públicas y elevó las tasas de interés; decretó un alza general de sueldos y salarios del 10, 20 y 30 % que elevó los costos de producción, se compraron dólares y los acreedores del gobierno dejaron de renovar sus créditos.
Desesperadamente el gobierno pagó en pesos los depósitos en dólares hechos por mexicanos en la banca nacional, para no enviar sus ahorros al extranjero; se cerró la venta de dólares por cuatro días y, finalmente decidió la estatización de la banca y el establecimiento del control de cambios. El Banco de México fue convertido en un organismo público descentralizado.
Tristemente el 1 de septiembre de 1982, día de su último informe de gobierno, López Portillo tuvo que encarar a la nación para anunciar al país la crisis por la que estaba pasando. Finalmente dejó la presidencia el 1 de diciembre de 1982, eligendio como sucesor a Miguel de la Madrid Hurtado.
El Auge Petrolero
El auge petrólero
En 1980 México ocupó el sexto lugar en el mundo en cuanto a reservas se refiere y el quinto en producción. Para 1982 el país ocupaba el cuarto lugar en reservas y exportaba 1,500,000 barriles diarios, después de la Unión Soviética, Arabia Saudita y Estados Unidos.
El auge petrolero de esos años provocó que tanto el Presidente López Portillo como la gran mayoría de los mexicanos se ilusionaran, la banca internacional se apresuró a ofrecer créditos al gobierno, dados sus enormes recursos petroleros, La deuda externa que en 1977 era de menos de 21,000 millones de dólares, ya para 1982 alcanzaba los 76,000 millones, de los cuales el 80 % correspondía al gobierno y el 20 % restante a la deuda privada.
Con las grandes cantidades de dinero generadas del petróleo y del crédito se intentó un proyecto de industrialización y modernización en cinco años.
El gasto público se desbocó; en 1978 creció en un 38 % sobre el de 77, el presupuesto de egresos se elevó en un 23 % y el de la inversión pública un 37 % sobre el año anterior; en 1980 el gasto público volvió a crecer un 33 %, el de la inversión un 35.5 %, el destinado al campo 100 % y al comercio un 200 %. Para 1981 los egresos del erario se incrementaron en 55 %, los de la inversión pública un 40 %, el gasto corriente un 55 %, y el servicio de la deuda un 36 %.
En 1979 la oferta de trabajo por primera vez fue mayor que el aumento de la población: la masa salarial creció en 1980 un 39 % por el mayor empleo y mejores salarios.
En 1980 México ocupó el sexto lugar en el mundo en cuanto a reservas se refiere y el quinto en producción. Para 1982 el país ocupaba el cuarto lugar en reservas y exportaba 1,500,000 barriles diarios, después de la Unión Soviética, Arabia Saudita y Estados Unidos.
El auge petrolero de esos años provocó que tanto el Presidente López Portillo como la gran mayoría de los mexicanos se ilusionaran, la banca internacional se apresuró a ofrecer créditos al gobierno, dados sus enormes recursos petroleros, La deuda externa que en 1977 era de menos de 21,000 millones de dólares, ya para 1982 alcanzaba los 76,000 millones, de los cuales el 80 % correspondía al gobierno y el 20 % restante a la deuda privada.
Con las grandes cantidades de dinero generadas del petróleo y del crédito se intentó un proyecto de industrialización y modernización en cinco años.
El gasto público se desbocó; en 1978 creció en un 38 % sobre el de 77, el presupuesto de egresos se elevó en un 23 % y el de la inversión pública un 37 % sobre el año anterior; en 1980 el gasto público volvió a crecer un 33 %, el de la inversión un 35.5 %, el destinado al campo 100 % y al comercio un 200 %. Para 1981 los egresos del erario se incrementaron en 55 %, los de la inversión pública un 40 %, el gasto corriente un 55 %, y el servicio de la deuda un 36 %.
En 1979 la oferta de trabajo por primera vez fue mayor que el aumento de la población: la masa salarial creció en 1980 un 39 % por el mayor empleo y mejores salarios.
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